Los niños son garantía de futuro en cualquier sociedad, al mismo tiempo son sus miembros más vulnerables, de hecho, hoy en día, siguen encontrándose sometidos a distintos tipos de violencia, explotación o desprotección en distintas partes del mundo y también en nuestro entorno, a pesar de los medios que parece se están poniendo para evitarlo.
Siendo hoy el día Mundial de la Infancia, es una buena ocasión para que todos tengamos presentes los derechos de los niños y la importancia de respetarlos. Entre estos derechos se incluye, evidentemente, cubrir sus necesidades materiales (techo, alimentación…), además de dotarles de todas aquellas herramientas, estrategias…necesarias para desenvolverse en su vida, como la formación académica y cultural, pero también la educación emocional.
Cuando hablamos de educación emocional nos referimos a enseñar a los niños a conocer las emociones, reconocerlas en sí mismos y en los demás, expresarlas de manera adecuada, también habilidades sociales, empatía (ser capaz de ponerse en el lugar de otra persona), asertividad (expresar, defender tus derechos y punto de vista, desde la educación y el respeto), resolución de conflictos…
En los últimos años, parece que todo el mundo se da cuenta de la importancia de educar en emociones, está incluso de moda, pero la puesta en práctica es muy compleja, requiere constancia, transversalidad y la implicación de toda la sociedad ofreciendo buenos modelos (desde los medios de comunicación, a cualquier persona que tenga trato directo e indirecto con el niño), ésta es una de las razones por las que es tan importante que todos nos esforcemos en cuidar los aspectos emocionales en nuestro día a día.
El niño con una adecuada formación en emociones contará con más habilidades para gestionar de manera más eficaz las distintas situaciones conflictivas, que sin duda se va a encontrar a lo largo de su vida, previniendo futuros problemas de salud física y mental, además aumentará las probabilidades de éxito en su vida personal y profesional.
Cada vez hay más padres que son conscientes de esta realidad y traen a los niños a consulta, no porque exista un problema o trastorno, sino para facilitarles un espacio en el que desarrollar dicha educación emocional, para estos niños somos, en sus propias palabras, “la profe de las emociones” o “la médica de hablar”.